“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabidurÃa, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseÃamos, pero no tenÃamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuestoâ€
Charles Dickens, Historia de dos ciudades
Scott Galloway, en su libro “Four: el ADN secreto de Amazon, Apple, Facebook y Googleâ€, comenta perspicazmente que “vivimos en una economÃa donde nunca ha sido más fácil llegar a ser mil millonario, pero nunca ha sido tan difÃcil hacerse millonarioâ€. Y al hablar de Amazon, prosigue: “La verdad es que la cuestión de la desaparición de las tiendas fÃsicas es algo que se ha exagerado mucho. En realidad, lo que está muriendo no son las tiendas, sino la clase media y con ella todas las empresas que prestan servicios a ese gran segmento de la población y sus barriosâ€.
La desigualdad no es un tema nuevo, la novedad es su aceleración. El francés Thomas Piketty, en su libro “El capital en el siglo XXI†analizó la dinámica de la distribución de las riquezas a escala mundial, tanto en el seno de los paÃses como entre ellos, desde el siglo XVIII. Según Piketty, “el proceso de acumulación y de distribución de la riqueza contiene en sà mismo poderosas fuerzas que empujan hacia la divergencia, o por lo menos hacia un nivel de desigualdad sumamente elevado. También existen fuerzas de convergencia, que pueden muy bien imponerse en ciertos paÃses o en ciertas épocas, pero es posible que las fuerzas de divergencia sean en todo momento más fuertes, como parece suceder en este inicio del siglo XXIâ€.
Sostiene lo mismo el periodista Andrés Oppenheimer, quien en su reciente libro “¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la automatizaciónâ€, comenta que la disputa hombre vs. máquina en el mercado de trabajo es un tema que viene de mucho tiempo atrás, pero la novedad en este siglo es el proceso acelerado con el que los algoritmos nos están dejando de lado, a un ritmo tal que no tenemos el tiempo suficiente para educarnos y adaptarnos a las nuevas circunstancias.
La novelista Viviane Forrester ya lo habÃa visto venir cuando, en su libro “El horror económico†publicado a mediados de los noventa, sostuvo que “se dice que la extinción del trabajo es apenas coyuntural, cuando en realidad, por primera vez en la historia, el conjunto de los seres humanos es cada vez menos necesario. Descubrimos que hay algo peor que la explotación del hombre: la ausencia de explotación… Si hoy el Eterno maldijera: ¡Ganarás el pan con el sudor de tu frente!, se lo considerarÃa una recompensa, una bendiciónâ€.
Prosigue Forrester: “La liberación del trabajo obligado, de la maldición bÃblica, ¿no deberÃa conducir lógicamente a vivir de manera más libre la administración del tiempo propio? ¿Acaso no se esperaba esta mutación desde el principio de los tiempos, y se la consideraba un sueño inaccesible, deseable como ninguno?†Y la misma autora se responde: “…pero cuando se soñaba con esta utopÃa, se la concebÃa como un orden a cargo de los trabajadores, de todos los habitantes, no como la imposición de un número Ãnfimo de personas actuando como amos de unos esclavos ahora inútiles… En el curso de la historia la condición humana muchas veces recibió peores tratos que ahora, pero eso sucedÃa en sociedades que necesitaban a los seres vivos para subsistir. Esto ya no es asÃ…, las masas maltratadas ya no son necesarias para los proyectos de sus martirizadoresâ€.
En esta misma lÃnea, Yuval Noah Harari, el historiador devenido en afamado futurólogo, en su libro “Homo Deus: breve historia del mañanaâ€, sostiene que “En el siglo XXI podemos asistir a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de ningún valor económico, polÃtico o incluso artÃstico, que no contribuyen en nada a la prosperidad, al poder y a la gloria de la sociedad. Esta clase inútil no solo estará desempleada, será inempleableâ€.
Según la sagaz Forrester, estos inútiles aún cumplirÃan una función para la clase privilegiada de la sociedad: servirles de esparcimiento al disfrutar de sus emociones controladas y agradables. Dice Forrester que los privilegiados cuentan con…†esa sabidurÃa envidiable de no preocuparse por las situaciones que engendra la miseria. De solo ser sensibles a esa miseria cuando se cruzan con ella en una novela o en una pelÃcula, conmoverse e indignarse durante el tiempo que dura la lectura o la proyección, con todo el ardor de una generosidad generalmente dormidaâ€.
En el libro “Vida de consumoâ€, el sociólogo Zygmunt Bauman sostiene que a la gran mayorÃa le queda una última función importante: la de consumidores. Consumir es nuestro último recurso. Nuestra última utilidad. Aún servimos para esa función de clientes necesarios para el “crecimientoâ€.
Bauman dice que en una sociedad de consumidores “…los individuos deben hacerse aptos para vivir y actuar en su nuevo hábitat natural: los centros comerciales donde se buscan, encuentran y adquieren los productos y luego en las calles, donde la exhibición de los artÃculos adquiridos transfiere a sus portadores el valor del productoâ€. Desde los centros geográficos de la red de la autopista informática hasta las periferias sumidas en la pobreza, “…los pobres son forzados a una situación en la que tienen que gastar más del poco dinero que tienen en objetos de consumo inútiles que en necesidades básicas para no caer en la humillación social más absoluta y convertirse en el hazmerreÃr de todosâ€.
En Perú por ejemplo, la cultura del consumo es narrada en el libro “Solo zapatillas de marca: jóvenes limeños y los lÃmites de la inclusión desde el mercadoâ€, en donde la antropóloga Francesa Uccelli Labarthe y la comunicadora Mariel GarcÃa Llorens narran las historias de ocho jóvenes limeños, y donde aprendemos que, aunque estos jóvenes apenas cuentan con los recursos económicos necesarios para salir adelante, una de sus primeras preferencias ni bien tienen dinero son “zapatillas de marcaâ€, a fin de seguir el juego social.
Estar a la altura del juego consumista no es tarea sencilla. Bauman sostiene que “…pertenecer a una sociedad de consumidores es una tarea titánica, una lucha sin cuartel y cuesta arriba. El miedo a no adaptarse ha sido desplazado por el miedo a ser inadecuado. El mercado de consumo está deseoso de capitalizar ese miedoâ€.
El valor caracterÃstico de una sociedad de consumidores, el valor supremo frente al cual todos los demás valores deben justificar su peso, es una vida feliz. Y más, prosigue Bauman, “…la sociedad de consumidores es quizás la única en la historia humana que promueve la felicidad en la vida terrenal, felicidad aquà y ahora, felicidad instantánea y perpetuaâ€.
Por tanto, las respuestas que den los miembros de la sociedad de consumidores a la pregunta “¿Eres feliz?†pueden considerarse la prueba definitiva para evaluar su éxito o fracaso. Y según Bauman, “…el veredicto que dejan entrever esas respuestas, recogidas de miles de encuestas en numerosos paÃses, no es para nada halagüeñoâ€.
Ningún vÃnculo duradero nace de la actividad de consumir. “La mayorÃa de las veces, la totalidad a la que los individuos deben lealtad y obediencia ya no se involucra en sus vidas para confrontarlos y negarles libertad de autonomÃa o exigirles sacrificios obligados, como el servicio militar o el deber de dar la vida por la causa nacional o por la patria. En cambio, se presenta bajo la forma de festejos colectivos de pertenencia y amena convivencia, siempre muy entretenidos e invariablemente placenteros, ocasiones como el mundial de fútbolâ€.
Lo expresado por Bauman nos recuerda lo sucedido en Perú, en donde mientras después de dos años de los desastres provocados por el Niño Costero, la población del norte aún sigue esperando la reconstrucción, por otra parte, la hinchada peruana de fútbol salió escogida como la mejor del mundial de Rusia 2018. Tal como expresa Bauman: “Entregarse a la totalidad ya no es una obligación engorrosa, onerosa o que se realice a regañadientes, sino un entretenimiento patriótico, un jolgorio de lo más festivo y esperado con avidezâ€.
La capacidad del consumo de aumentar la felicidad es bastante limitada. Lo que comienza como un esfuerzo por cubrir una necesidad debe conducir a la compulsión o la adicción. Para Bauman, …â€la perspectiva de poblar el mundo con personas más generosas e inducir a la gente a que se cuide más entre sà no figura en el panorama de la utopÃa consumistaâ€.
Siendo optimistas, Yuval Noah Harari sostiene que “…es posible que la prosperidad tecnológica haga viable alimentar y sostener a las masas inútiles incluso sin esfuerzo alguno por parte de estas. Pero ¿qué las mantendrá ocupadas y satisfechas? Las personas tendrán que hacer algo o se volverán locas. ¿Qué harán durante todo el dÃa? Una solución la podrÃan ofrecer las drogas y los juegos de ordenador. Las personas innecesarias podrÃan pasar una cantidad de tiempo cada vez mayor dentro de mundos tridimensionales de realidad virtual, que les proporcionarÃan mucha más emoción y compromiso emocional que la gris realidad exterior. Pero esa situación asestarÃa un golpe mortal a la creencia liberal en el carácter sagrado de la vida y de las experiencias humanas. ¿Qué hay de sagrado en holgazanes inútiles que se pasan el dÃa devorando experiencias artificiales?â€
De todo lo expresado anteriormente se desprenden dos cuestiones.
La primera cuestión es ¿cómo hacer para superar las desigualdades provocadas por el reemplazo del hombre por la máquina en el mercado de trabajo? ¿qué hacer con las personas “inútiles†en el mercado laboral?
Oppenheimer discute algunas ideas propuestas tales como la de un ingreso básico universal, un sueldo por servicio comunitario o la que los robots paguen impuestos.
El informático Jason Lanier, en su libro “Quién controla el futuroâ€, propone la idea de que las personas cobren por la información que proveen al utilizar internet.
Más pesimista, Scott Galloway piensa que “…quizás nuestra sociedad se ha dado simplemente por vencida y no quiere soportar la carga de intentar descubrir cómo va a sostener a la clase mediaâ€.
Una segunda cuestión, y aún superadas esas desigualdades económicas del mercado laboral, cuando vamos un paso más allá nos preguntamos ¿qué significará el desarrollo en una sociedad de la información altamente automatizada? ¿cuál es el fin último del hombre? ¿Es la persecución de la felicidad como placer infinito atrapado en experiencias artificiales? ¿O existe alguna opción más trascendental para la experiencia humana?
Robert Greene, reconocido como el Maquiavelo de los tiempos modernos a raÃz de su libro “Las 48 leyes del Poderâ€, en su aún mejor libro, “MaestrÃaâ€, sostiene que una vida plena no consiste en la obtención de riquezas sino en la realización de las potencialidades que cada uno lleva dentro de sÃ: “Existe una forma de poder e inteligencia que representa el punto más alto del potencial humano. Es la fuente de los mayores logros y descubrimientos de la historia. Es una inteligencia que no se enseña en las escuelas ni los profesores analizan, pero de la que, en algún momento, casi todos hemos tenido destellos en nuestra experiencia. Esa forma de inteligencia suele llegar a nosotros en un perÃodo de tensión: un plazo por vencerse, la necesidad apremiante de vencer un problema, una crisis de un tipo u otro tipo. O bien, puede ser resultado del trabajo incesante de un proyecto. En un caso u otro, presionados por las circunstancias, nos sentimos inusualmente vigorosos y concentrados. Nuestra mente se sumerge por completo en la tarea a la vista. Esta concentración intensa despierta todo tipo de ideas, las cuales se nos presentan mientras dormimos, de la nada, como surgidas del inconsciente…Quizá normalmente experimentamos la vida de modo pasivo, reaccionando sin cesar a este o aquel incidente, pero en esos dÃas o semanas sentimos que podemos determinar los acontecimientos y hacer que sucedan cosas…Una vez vencido el plazo o superada la crisis, esa sensación de poder y creatividad acrecentada suele desaparecer. Volvemos entonces a nuestro estado de distracción y la impresión de control se esfuma. ¡Si pudiéramos producir esa sensación, o mantenerla viva más tiempo…! Pero parece misteriosa y elusiva. Llamemos a esa sensación maestrÃa: la impresión de que tenemos un mayor dominio de la realidad, los demás y nosotros mismosâ€.
Esta realización de las capacidades es lo que pregona el economista Amartya Sen en su libro “Desarrollo y libertadâ€. Para Sen, desarrollo significa “…crear el acceso necesario para empoderar las competencias de los actores. La capacidad de una persona para ser un actor se asocia a la autonomÃa que tenga para elegir sus metas y lograr resultados coherentes con el proceso de búsqueda de esos resultadosâ€.
El profesor Pekka Himanen junto al sociólogo Manuel Castells, en el libro “Reconceptualización del desarrollo en la era global de la informaciónâ€, tratan ambas cuestiones, de cómo hacer frente a la economÃa informacional y sus repercusiones negativas en gran parte de la población, y más allá de eso, cómo entender el desarrollo humano.
Para estos autores, el objetivo actual del desarrollo humano es tanto la autonomÃa como la dignidad de las personas: “Sen parte del concepto de libertad, pero no ofrece una razón por la cual las personas debieran ser libres. Esta noción requiere de justificación, la cual es la idea de dignidad, es decir que todas las personas son dignas de libertad. Esta es una razón para elevar la dignidad al valor más fundamental, y, en consecuencia, para elevar la noción de una vida digna a objetivo fundamentalâ€.
En conclusión, como dirÃa Dickens, vivimos en el mejor y en el peor de los tiempos. Son tiempos acelerados.
Lo que acontezca en el futuro dependerá de si las personas quedan atrapadas en el sistema consumista, “viendo Netflix todo el dÃaâ€, y se decantan por la búsqueda del placer infinito (donde a decir de Bauman, el tiempo desaparece y todo es el instante), y, por ende, que la sociedad, a decir de Galloway, “se dé por vencidaâ€, o, por el contrario, la gente opte por desarrollar sus capacidades interiores, tratando de buscar propuestas de solución a esta sociedad cada vez más compleja e incomprensible.
Forrester sostenÃa que “…la ausencia de solución significa generalmente que el problema está mal planteado, que no se encuentra allà donde se lo formuló… Poner en tela de juicio los problemas falsos…es lo único que permitirá descubrir lo esencial, lo urgente, lo que ni siquiera se ha vislumbrado… La verdadera urgencia invita a investigarâ€.
El recientemente fallecido, Marco Aurelio Denegri, divulgador cultural de la televisión peruana, en un programa suyo parafraseó el texto de Viviana Forrester: “…no hay nada más movilizador que el pensamiento. Lejos de representar una triste abdicación, es la quintaesencia misma de la acción. No existe actividad más subversiva ni temida. Y también más difamada, lo cual no es casual ni carece de importancia: el pensamiento es polÃtico. Y no sólo el pensamiento polÃtico lo es. ¡De ninguna manera! El solo hecho de pensar ya es polÃtico. De ahà la lucha insidiosa, y por eso más eficaz, y más intensa en nuestra época, contra el pensamiento. Contra la capacidad de pensar. Pero ella representa, y representará cada vez más, nuestro único recursoâ€.
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